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La importancia de las mujeres en las organizaciones

Como ya es una costumbre en mis artículos, me gusta mencionar datos con lo que pueda ser más sencillo identificar la importancia de algún tema en específico. Esta vez estará destinado a las mujeres en México y su importancia en la productividad de las empresas.



Para empezar, uno de cada tres establecimientos con menos de 100 personas ocupadas tiene como dueña a una mujer.


La participación de las mujeres en el mercado laboral todavía es baja, así como la concentración de mujeres en ciertas actividades con altos niveles de productividad, como es el caso de algunos subsectores de la manufactura.


En cuanto a la participación de hombres y mujeres en los sectores que conforman la economía, tenemos que en la industria manufacturera es ligeramente mayor el porcentaje de hombres que de mujeres trabajadoras: 17.2% de ellos, por 15.9% de ellas. Por el contrario, en las actividades del comercio y de los servicios es superior el porcentaje de las mujeres ocupadas (25.8% y 53.2%, respectivamente). Este último sector representa la actividad donde se inserta el mayor porcentaje de población ocupada femenina.


El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD (2020) destaca la importancia de que las mujeres ocupen más cargos públicos, lo que constituye un estímulo para que otras mujeres sean líderes para alcanzar una mayor igualdad de género.


Las empresas en México continúan en su proceso de modernización y en búsqueda de la equidad de género, pero aún como sociedad continuamos con un concepto cultural donde no se permite a las mujeres desarrollarse plenamente como profesionistas, no hemos del todo acabado de comprender de que las mujeres trabajan igual o más que los hombres, siendo estas, en muchos casos, más competitivas y comprometidas con su trabajo, así como más leales a la organización.




Ahora bien, la productividad es la relación entre la Producción de Bienes, en el caso de una empresa manufacturera, o Ventas en el de los Servicios, y las Cantidades de insumos utilizados. De esta manera, el concepto de productividad es igualmente aplicable a una empresa industrial o de servicios, a un comercio, a una industria o al agregado de la economía.


La reducción de brechas de productividad en México requiere intensificar los esfuerzos en materia de encadenamientos productivos, apoyo a las micro y pequeñas empresas, incremento de la inversión pública y privada, fomento del desarrollo productivo de regiones menos favorecidas, educación y capacitación de la fuerza laboral y la facilitación de la inserción de la mujer al mercado laboral, entre otros.





Para México, identificamos que el crecimiento en el nivel de productividad media del país, medido en producción total por cada trabajador, prácticamente no ha crecido desde 1990. En cambio, en otros países como Corea del Sur, Indonesia o Brasil, esta medida ha registrado incrementos a lo largo de los últimos 20 años. Esto pone a México en una situación de riesgo, ya que erosiona su posición competitiva y su atractivo económico.






Pero ¿Cómo aumentar la productividad?


  • Generar educación vocacional y programas de entrenamiento.

  • Diversificación continua hacia sectores de mayor valor agregado.

  • Reasignación de recursos productivos.

  • Innovación a partir de la adquisición de conocimiento global y el desarrollo de capacidades internas.

  • Reformar los mercados.

  • Alinear la inversión pública con las prioridades de la sociedad e impulsar la inversión privada.

  • Fomentar el diálogo entre la academia y el sector industrial.




A nivel empresa, incrementar la productividad requiere un análisis caso a caso de cuáles son los factores que están impidiendo el uso eficiente de los recursos. Entre los factores que típicamente deben analizarse están (Syverson, 2011):


  • Uso de buenas prácticas administrativas o habilidades gerenciales.

  • Calidad de la fuerza de trabajo y capital.

  • Inversión en tecnologías de la información, investigación y desarrollo.

  • Procesos de aprendizaje en la producción.

  • Innovaciones en la calidad de los productos.

  • Estructura organizacional de las unidades de producción de la empresa.



Pero, sobre todo, hay que reconocer que la discriminación empresarial impide no lograr alcanzar, al menos, los 2 primeros puntos de la teoría antes mencionada.



Podemos definir la discriminación como un conjunto de actitudes y prácticas directas e indirectas que ubican en una condición de desventaja a las mujeres y a otros grupos de la población por su género, origen étnico, edad, condición física y situación económica, frente a las oportunidades, derechos y beneficios de desarrollo humano en todos los ámbitos.



En el ámbito laboral, la discriminación hacia las mujeres se manifiesta cuando, teniendo la misma capacidad, nivel de estudios, formación y experiencia que los varones, reciben un trato inferior en la contratación, el acceso a una ocupación, los ascensos, el salario o en las condiciones laborales. Entre las formas más frecuentes de discriminación se encuentran:
La discriminación salarial
La discriminación (segregación) ocupacional
La discriminación en la adquisición de capital humano
La discriminación en el empleo


Un mito que empieza a desaparecer se refiere a que los costos laborales son mayores al contratar a las mujeres. Uno de los argumentos más recurrentes para justificar la no contratación de mano de obra femenina es que su costo laboral es más alto que el de los hombres, por los gastos derivados de mecanismos legales de protección a la maternidad -tales como los permisos pre y posnatal, el tiempo para la lactancia, las ausencias por cuidados maternos y el sostenimiento de guarderías–.





En muchas instituciones y empresas privadas, tales creencias y supuestos culturales persisten todavía, influyendo de manera negativa en la toma de decisiones para la contratación o promoción de las mujeres; se mantiene la resistencia al cambio, las inercias de los procedimientos establecidos y los estereotipos de género.



Ivette como profesionista independiente, Giovana como profesora y coordinadora en la UNAM, Marlene en Eleia, la creatividad de Inés, o bien, mis socias Karla y Angélica, así como Patricia en el SAT, Josefina en NAVISTAR, Mariana en ENTEC y Nadlleli con su emprendimiento. Todos ellos serían simples nombres si no reconociéramos la importancia de su trabajo, esfuerzo, compromiso, lealtad y contribución en las organizaciones a las que representan, pero sobre todo en la aportación a la productividad.



AGVera






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